Eintipico.
Lo siento si escribo y borro ochenta veces el
principio del texto. Lo mío nunca ha sido crear vida desde la nada como un
artesano cósmico que sabe con anterioridad el fin que va a tener su obra, por
eso dudo; digamos que yo soy esa parte no premeditada que fluye hasta
desembocar en algo, como la primera visión de la idea de crearlo antes de
crearlo, siempre partiendo de lo indefinido y oculto como la propia
abstracción.
Capacidad de improvisación, de eso se trata
todo, de vivir el momento que respiramos y aceptar las circunstancias que nos rodean,
no las que nos imponen. De dejar el pasado metido en un agujero y construir
encima un bloque de edificios repletos de nuevas experiencias, de colocar un
ascensor antiguo que conecte todas las plantas para no utilizarlo casi nunca
por si se estropea y me vuelvo a quedar
por el fondo; de desayunar cada mañana en la terraza con los primeros rayos de
sol y de ver la ciudad entera cada noche desde el tejado, entre humo y un
silencio que cale como el invierno.
Planificarlo nunca ha
servido de nada, mira el drama que arrastro desde los quince. Nostalgia y
claustrofobia.
Qué duro ha sido el invierno y qué triste la primavera sin ella, los días en
tercera persona y las referencias a tu persona en primera. Línea de fuego, para separar amor de sexo y no comprometerme
con nada ni nadie que no sea capaz de acercarse a entenderme. Que lo de abrirse
en canal a otra persona siempre deja cicatriz y más si se te infecta la herida por
hurgarla a todas horas con los dedos sucios de mezclar amor y tabaco. Luego
viene lo de vigárselo en soledad y reflexionar sobre todas las varillas
incandescentes que he encendido con o sin motivos. Aunque el asunto a estas
alturas se haya convertido en un continuo vicio del que realmente no quiero
salir por eso de que llena. Las horas, el pulmón de humo o la cabeza de ideas,
pero llena. Y eso es más de lo que en estos tiempos puede ofrecerte cualquiera.
Juntar trozos de textos para hacer casi un todo del que ya
no formas parte. Indivisible como el recuerdo del sentimiento de tristeza que llena
el pecho cada vez que respiro pasado por eso de que nada mejor que los tiempos
vividos; ni los que quedan por vivir ni los que vivimos. Pienso que hay que ser
demasiado optimistas, o mejor dicho, idealistas, para pensar de ese modo. Pero
bueno, ellos no probaron los frutos del amor con cáscara y semillas. De ahí que
no sepan donde reside la esencia de la vida.
Y sobre ese tema de pensarte digamos que ya he pasado fases,
bucles, oes y tormentas mentales de las que salí con barbas de naufrago y hablando a solas
con un coco, más muerto que vivo con esa sensación de que falta el oxígeno cada
vez que respiras buscando alivio. Cada suspiro un sollozo del alma que cala en
el pecho más que calma. Y no hay amor cercano, sólo el propio del que gozo que
es mucho más de lo que me gustaría tener, por eso esta atmósfera asfixiante de
improductividad y apatía en la que quiero vivir toda la vida de la que
me gustaría salir un día de estos.
Ya no sé lo que escribo, a quién le escribo. Lo que vivo y lo que sueño.
Lagunas mentales por la droga y la misma historia de siempre: sus piernas, mi
ruina y bla bla bla. Sintiéndote en tercera persona por eso de tu ausencia y de
los días que tuve que lidiar con ella.Tantas noches en vela y tantas tardes volado
sin saber ni qué día era, escribiéndote y buscando la forma de encontrarte a ciento
ocho kilómetros de tu ser. Después no me
digas que no me acordé de ti cuando te sangré a todas horas ni que no volví para
recoger mis trastos porque nunca supe lo que barriste ni los restos que dejaste
de mí en tu alcoba.
Que yo no quiero molestar a nadie ni que nadie me moleste por eso aún no me
atreví a tocar tu puerta.
Sólo dame una señal.